Día Mundial del Agua
- Jose Vicente Vega
- 23 mar
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Actualizado: 10 abr
Por José Vicente Vega, geógrafo ambiental por la Universitat de València.
El Día Mundial del Agua es un acto celebrado anualmente, a nivel internacional, cada 22 de marzo, desde que así lo decretara la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 1992.
32 años después, se sigue poniendo de relieve la función esencial del agua, con especial atención en el objetivo 6 de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible): “Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos”.
Los recursos hídricos, juegan un papel fundamental en la pervivencia de los organismos vivos. El binomio hidrosfera-biosfera es una amalgama indivisible. Es fundamental ejercer una buena gestión de planificación ante aspectos relevantes como la construcción de infraestructuras hidráulicas, como la “olvidada” Adecuación ambiental y drenaje de la cuenca del Poyo que vierte a la Albufera (resumido aquí), una red compleja de unos 450 km2 de superficie situada entre las cuencas de los ríos Turia y Júcar, determinante por sus características geomorfológicas y su notable contribución a experimentar elevados aumentos de caudal en episodios de DANA o gota fría.
Cabe recordar, que el Plan Hidrológico Nacional de 2010, ya contemplaba dicha adecuación, pero tal como afirma Javier Machi, ingeniero que iba a encauzar el barranco del Poyo: "La obra estaba aprobada, pero el Gobierno nunca puso los 240 millones. Con la actuación hecha, el agua habría rebosado el 29-O, pero apenas habría tenido impacto en los núcleos urbanos".
Igualmente relevante es la actualización de normas correctoras, que regulen aspectos claves como la impermeabilización de zonas consideradas inundables o el expolio desmesurado que en ocasiones se hace sobre el recurso del agua.
Desde el 29 de octubre de 2024, día fatídico para miles de personas, se ha abierto un debate dialéctico, a veces carente de argumentación aclaratoria, sobre la inoperatividad de determinados organismos y administraciones.
Existe una incertidumbre generalizada, acerca de la falta de seguridad que se cierne sobre los pobladores que ocupan territorios vulnerables a los episodios de DANA, cada vez más frecuentes debido a los cambios generalizados en los patrones ambientales; comportamiento inusual de los chorros de viento que circulan a gran altura, saturación por una cada vez mayor concentración de vapor de agua, sobrecalentamiento de las masas de agua oceánicas en superficie o, el previsible colapso de la circulación de las aguas del Atlántico o AMOC (Atlantic meridional overturning circulation).
La cartografía, “per se” argumenta y justifica la magnitud de lo ocurrido el día 29 de octubre de 2024.
Existe una interrelación entre precipitaciones máximas acumuladas, recarga de cabeceras de barrancos en las comarcas centrales y zonas inundadas en los pueblos del sur.
Algemesí como desembocadura y otros tantos municipios sobre los que discurre el río Magro, alimentado por grandes cursos que vierten sus aguas desde la meseta de Requena: Río Madre, rambla de la Torre o rambla de Estenas, con máximos acumulados del orden de los 320 mm.
Pero, si algo es reseñable especialmente por lo inusual y extraordinario, es la recarga hídrica que se produjo a través de la conectividad de la red de drenaje de la Rambla de Poyo y los acumulados de ese día.
La conexión Murtal - Gallego recibió en cabecera más de 700 mm. Incluso un equipo de control de riego telemático de la empresa Micro2engineering s.l., ubicado en la urbanización la mojonera de Godelleta, pudo documentar 784,41 mm. Algo parecido ocurrió en el curso Cortichelles-Horteta, que discurre entre Turís y Torrente y, que ese día registró 640,8 mm.
Acumulados también importantes se registraron en la cabecera de la rambla de Poyo, en la confluencia de los barrancos Grande, Ballesteros y Cueva Morica en Chiva y Gallo en Buñol o, en los municipios ubicados en la demarcación de la cuenca media del Turia, río que también fue alimentado a su vez por la escorrentía de otros cursos importantes, como el río Reatillo o la rambla Sot de Chera.

Tenemos la necesidad de repensar nuestra relación con el agua como recurso, de establecer un vínculo con tintes místicos y entender incluso su función taumatúrgica. Como diría Joaquín Araujo en su último libro «Si consideramos que el agua es una mercancía, estamos perdidos»
De este proceso, como seres resilientes que somos, podemos entender que la modelización del paisaje y los cambios geomorfológicos no son algo nuevo. Existe, ha existido y existirá un flujo de energía dinámico y fluctuante que, condiciona nuestra forma de vida, que hace que la vida en este planeta sea efímera, que permite la conquista de nuevas especies en un nicho ecológico abandonado. De eso saben mucho las cianobacterias procariotas verde azuladas, que han resistido grandes extinciones en masa, como la del Cretácico hace unos 65 millones de años, la del Pérmico-Triásico hace 200 Ma o la del Devónico hace más de 300 Ma.
Pero todos los eventos, en cierto modo, pueden establecer sus premisas bajo una dualidad de criterios y, este episodio también tiene su cara afable, como la recarga de acuíferos y embalses. Poco se habla del beneficio de la aportación del Río Guadiamar que disparó su caudal y envío casi 500 litros de agua por metro cuadrado directos a la laguna de Doñana.
El agua recupera sus territorios, antiguas albuferas y marjales, y nos regala la posibilidad de descubrir un patrimonio, que ha estado oculto bajo la tierra durante cientos, miles o millones de años. Antiguas fuentes, acequias, travertinos o laderas donde afloran facies, de una escala estratigráfica mucho más antigua que la especie humana.

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